La farmacéutica alemana Bayer anunció en su último informe financiero (junio de 2014) que ha destinado 1,8 mil millones de dólares para cubrir las 8.900 demandas que tiene en Estados Unidos por las reacciones adversas que causan los anticonceptivos con drospirenona de las marcas Yaz, Yasmin, Ocella y Gianvi. Bayer también ha comunicado que aún quedarán más de 4.000 demandas para cubrir por otras lesiones y fármacos que incorporan drospirenona y que aportará por resolver los pleitos individualmente. En 2012 la farmacéutica alemana ya tenía más de 12.300 demandas interpuestas en los tribunales de Estados Unidos (EEUU) en relación a las marcas de Yaz y Yasmin.
De hecho, el mismo año, Bayer alcanzó un acuerdo extrajudicial, sin admisión de responsabilidad legal, con 1.877 demandantes en EEUU por un total de 402,6 millones de dólares, según publicó en un artículo el periodista especializado en temas de salud y ecología Miguel Jara. Según datos del 2012 de la Food and Drug Administration de Estados Unidos, al menos 50 muertes están vinculadas a fármacos de anticoncepción hormonal con drospirenona entre 2004 y 2008 en todo el territorio federal. También en Canadá se abrió una investigación en la que se relacionaban los productos Yaz y Yasmin con la muerte de 23 mujeres entre 2007 y 2013.
La marca Nuva Ring también acumula más de mil demandas sólo en EEUU por graves daños y su probable vinculación con varias muertes. Uno de estos casos fue difundido en 2013 por la revista Vanity Fair, dónde se exponía la vinculación del anillo hormonal con la muerte por embolia pulmonar de Erika Langhart. En febrero de 2014, el laboratorio Merck anunció un acuerdo de 100 millones de dólares para resolver extrajudicialmente los litigios pendientes en relación a Nuva Ring.
Respecto a Diane 35, la Agencia Francesa del Medicamento anunció a principios del año 2013 que retiraba su comercialización por motivos de seguridad, ya que éste fármaco estaba relacionado con 125 casos de “efectos no deseados” y con la muerte de cuatro mujeres por tromboembolismo, según detallaron diversos medios de comunicación. A pesar de los datos y después de la decisión del Estado francés de retirar Diane 35 del mercado, la Comisión Europea (CE) emitió un comunicado, a principios del mismo año, confirmando el perfil positivo de seguridad, manteniendo vigente su comercialización.
En el Estado español existen también casos de denuncias contra farmacéuticas e incidencias sanitarias por los efectos ocasionados por el consumo de contraceptivos hormonales, pero lamentablemente no hemos podido obtener datos concretos puesto que desde las instituciones pertinentes nos remiten al argumento de “información confidencial”.
Los anticonceptivos hormonales
La anticoncepción hormonal combinada comprende todos los métodos contraceptivos que utilizan más de un tipo de hormonas (un estrógeno y un progestágeno). Este tipo de fármaco, que se presenta en comprimidos, parches sobre la piel o anillos vaginales, tiene un efecto de retroalimentación entre la hipófisis y los ovarios, evitando la liberación de óvulos. Con las fórmulas combinadas y secuenciales, el ovario se vuelve inactivo por falta del estímulo de las gonadotropinas. También existen los anticonceptivos hormonales sólo con progestágeno que se toman de manera continuada sin dejar días de descanso en su consumo y producen, en muchos casos, amenorrea o ausencia de la regla. En otras palabras, los anticonceptivos hormonales “engañan” a nuestro cerebro para que este rompa y vuelva a adecuar el ciclo menstrual. Se calcula que a nivel mundial el 13,5% de mujeres en edad reproductiva toman anticonceptivos hormonales, siendo la píldora el tercer método anticonceptivo más utilizado en el mundo, según datos de la World Contraceptive Patterns 2013 de Naciones Unidas.
Los efectos positivos de estos anticonceptivos, más allá de prevenir el embarazo, están relacionados con la menor incidencia de infecciones de trompas (enfermedad inflamatoria pélvica), más protección contra la endometriosis, gran disminución de los quistes funcionales de ovario, la disminución del riesgo de cáncer de ovario, de colon y de endometrio, el aumento del colesterol bueno y disminución del malo o un aumento de protección sobre la arteriosclerosis. Al tener menor o ausencia de sangrado (según los prospectos de los anticonceptivos),los efectos positivos se asocian con la disminución del riesgo de anemia, dismenorrea (disminución del dolor de la regla) o mejoras en la tensión premenstrual, entre otras.
Pero estos fármacos también tienen efectos adversos que son causantes de otras dolencias. En la parte más emocional, son numerosos los casos que narran la desaparición de libido sexual, la depresión o el desequilibrio emocional con la ingesta de anticonceptivos hormonales. Según describe la endocrinóloga Carme Valls, en un artículo sobre los anticonceptivos hormonales de la revista Mujeres y Salud, los síntomas en el plano fisiológico y a corto plazo son la ganancia de peso, nauseas, dolor y tensión mamaria, disminución de la frecuencia de los ciclos menstruales, dismenorrea, metrorragias o edemas.
Otros síntomas a largo plazo vinculados a estos anticonceptivos son las posibles afectaciones al sistema endocrino, riesgo de infertilidad, incidencia en enfermedades auto inmunes o la formación de trombos, entre otras. En concreto, los efectos más graves se asocian al riesgo de tromboembolismo venoso (TEV) o tromboembolismo arterial (TEA), que consiste en la formación de coágulos de sangre causando en algunos casos embolia pulmonar, infarto de miocardio o accidente cerebrovascular. Este riesgo aumenta en los anticonceptivos hormonales de tercera y cuarta generación, los cuales presentan dosis altas de progestágenos de síntesis como el levonorgestrel. Según la nota de prensa hecha pública en octubre de 2013 por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) el riesgo de usar hormonas y tener TEV está entre 5 y 12 casos por cada 10.000 mujeres que las utilizan.
Hay diversos estudios que apuntan que los anticonceptivos hormonales también se han considerado factor de riesgo para el cáncer de mama especialmente en la etapa de la premenopausia y utilizando estos fármacos durante muchos años. En junio de 2005, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer de la OMS, clasificó la anticoncepción hormonal y la terapia hormonal sustitutiva en la menopausia como cancerígeno en seres humanos.
También cabe señalar que muchas mujeres que toman estos fármacos, y en edades muy adolescentes, no lo usan como contraceptivo sino como tratamiento del acné, el hirsutismo o, en menor medida, la alopecia. En estos casos, y sobre todo en el tratamiento por acné, algunos colectivos médicos han criticado el hecho de que no se mire otro tipo de remedios (corrección dietética, hábitos u otras fórmulas farmacológicas menos peligrosas) antes de recetar anticonceptivos hormonales. Un ejemplo de esto es el fármaco Diane 35 de los laboratorios Bayer, ya que es uno de los más utilizados para el tratamiento del acné y uno de los más denunciados por reacciones adversas graves, como se ha comentado anteriormente. También desde otros colectivos afectados, piden la retirada de este tipo de tratamientos y que se avalúen alternativas con menos riesgos. En este sentido, la Asociación de Afectadas por la Endometriosis lleva 5 años denunciando este tipo de fármacos, ya que la terapia hormonal es muy frecuente para la endometriosis. En mayo de 2014 la misma asociación denunciaba al Ministerio de Sanidad y al Observatorio de la Salud de la Mujer por “pasar por encima de la salud de las mujeres, los intereses farmacéuticos” al no valorar posibles alternativas a los productos hormonales de Bayer como Yaz o Yasmin.
A pesar de estos datos, la mayoría de organizaciones e instituciones recomiendan este tipo de anticonceptivo por ser uno de los métodos más eficaces en la prevención de embarazos no deseados, “cuyos beneficios superan sus posibles riesgos”, como detalla la AEMPS. Pero por un lado se da una información tranquilizadora a la opinión pública y a las mujeres para que no frenen su consumo de anticonceptivos hormonales, y por el otro se da instrucciones al personal sanitario para que revisen escrupulosamente la receta de este tipo de fármacos, ya que a finales de enero de 2014 la AEMPS difundía un comunicado dirigido a profesionales insistiendo en la “importancia de la evaluación de los factores de riesgo individuales y de vigilancia de signos y síntomas” a la hora de prescribir algunos anticonceptivos por su asociación al TEV y al TEA. Un doble juego tal y como expresa el periodista Miguel Jara: “Están escondiendo la información y la sueltan como les da la gana para vender más. Tienen miedo a informar por si pierden clientela”.
A finales de 2013, la AEMPS anunció la actualización de los prospectos de estos medicamentos, ya que la mayoría no informaba con concreción los efectos secundarios que podrían tener estos anticonceptivos según las últimas investigaciones farmacológicas.Un pequeño paso hacia las demandas de diversos colectivos que pedían información real sobre los pros y contras de estos fármacos. Aun así, diversos colectivos profesionales aconsejan incrementar la investigación a medio y largo plazo sobre los efectos de los anticonceptivos hormonales.
Métodos anticonceptivos alternativos a las hormonas
El sistema sanitario español recomienda y receta prioritariamente los anticonceptivos hormonales como método primordial en “relaciones estables”, desaconsejando otros métodos naturales y autogestionables como los métodos basados en el control de la fertilidad o métodos barrera como el diafragma. Este rechazo de la institución médica hacia estos métodos viene argumentada por la “baja eficacia” de estos, a pesar de que la OMS tasa una eficacia del 95 y 97% cuando se usan de manera correcta.
El método sintotérmico (combinación del método Billing y de la revisión de la temperatura basal), en sintonía con el método del calendario, son los sistemas de control de la fertilidad más utilizados y los que representan una alternativa real y natural a los anticonceptivos hormonales. Otro método que queda en la opacidad de la recomendación médica es el diafragma, a pesar de que la medición y revisión ginecológica sí estén cubiertos por la seguridad social. Este es el anticonceptivo barrera descrito como el método por excelencia de la autogestión femenina, pero requiere conocimiento y reconocer la anatomía. “Usar un diafragma implica independizarse del control médico y es la mujer, y en algún caso la pareja, la que debe manejarlo”, como expresa la doctora homeopática Mónica Puga en un artículo sobre el uso del diafragma.
Todas estas alternativas requieren un conocimiento pleno de la anatomía femenina y del ciclo menstrual, motivo por el cual autoras y profesionales de la salud, críticas con la medicalización anticonceptiva, argumentan el poco interés de la institución médica para promoverlos. “Aconsejar métodos cómo el diafragma o métodos de planificación naturales implica formar a las mujeres (y a sus parejas en caso de que tengan), implica tiempo… En definitiva, darles el poder de la autogestión y el creer o confiar en sus capacidades”, señala la comadrona Ana Moreno.
En el mismo sentido se expresó la ginecóloga Enriqueta Barranco en el artículo ‘Control de la fertilidad y autoconocimiento: La revolución pendiente’, sobre el control médico-farmacéutico y la delegación de la contracepción: “No olvidemos que, en muchas ocasiones, lo que la ciencia patriarcal hace mediante el control de la natalidad es el muy bien disimulado control de las mujeres fértiles. La industria, desprestigiando los eficaces métodos de autogestión de la fertilidad en beneficio propio, no hace otra cosa sino socavar la autoconfianza de las mujeres que se niegan a someterse a sus agresivas propuestas”. Y
No hay que obviar que la medicalización contraceptiva supone un movimiento económico importante para la industria farmacéutica. Los anticonceptivos orales, tanto los de marca como los genéricos, son un gran negocio, puesto que se tienen que comprar periódicamente al no ser un método anticonceptivo de larga duración como podría ser el DIU. Yaz, Yasmin y productos que contienen drospirenone significaron para Bayer 1,6 billones dólares en ventas globales en el año 2010, según publicó la Associated Press.
Según datos de la encuesta Dahpne 2011 (vinculada a la multinacional Bayer) en España más del 21% de las mujeres que utilizan métodos anticonceptivos lo hacen con un método hormonal. En el Estado español, el precio de las pastillas puede oscilar entre 3€ y 20€ mensuales, según la marca y tipo de fármaco.
Posiciones feministas
La píldora anticonceptiva fue considerada por algunos colectivos de mujeres como un elemento de liberación que daba poder a las mujeres para decidir sobre su reproducción. Paralelamente a la popularización de la píldora, el movimiento feminista de los años setenta impulsaba grupos de autoayuda que hacían hincapié en la auto-exploración y el auto-conocimiento para una mayor capacidad de autogestión del cuerpo. Estos grupos criticaban que la institución médica contribuía a conformar los roles de género y pretendía hacerse con el control reproductivo, “colonizando el cuerpo de la mujeres”. De esta manera, la planificación familiar y el control sobre la fecundidad se convertían en materia exclusiva del sistema médico, al delegar en él y en su tecnología el sistema de anticoncepción de la mujer.
En el Estado español la píldora se introdujo tarde a causa del régimen franquista. Si bien se recetaba en casos puntuales o se consumía clandestinamente en los 60’ y 70’, su legalización para uso público no sé dio hasta el 1978. Eso explica, en parte, que la actual tasa de consumo de anticonceptivos hormonales de España se sitúe en la cola de la Unión Europea, muy por debajo de Alemania, Francia o Portugal. Pero también intervino en el proceso de propagación de estos métodos el fuerte impacto del movimiento feminista, con la creación de centros autogestionados de planificación familiar, cuyas teorías y prácticas iban encaminadas hacía la aceptación y el respeto a las dinámicas naturales del cuerpo. Estos centros comienzan en un momento en el que los métodos anticonceptivos son aún ilegales y el aborto está penalizado en todo el Estado español. Así pues, parte de este movimiento no dejaba de ver la aceptación de la píldora como un acto de rebelación contra las prohibiciones moralistas autoritarias de tantos años.
En la actualidad, diversas autoras vinculan las prácticas normalizadas de anticoncepción hormonal con el biopoder o, en términos de Beatriz Preciado, “el farmacopoder”. Para Preciado, los anticonceptivos hormonales son “microprótesis hormonales que permiten, además de regular la ovulación, producir el alma del sujeto heterosexual mujer moderno”. Así, alguna autoras ponen de relieve que, más allá de un uso contraceptivo, las hormonas suponen una domesticación del cuerpo de las mujeres y una nueva forma de control social del género, ligando sus efectos secundarios (como la citada bajada de la libido o el crecimiento de los pechos) a un proceso de feminización.
Otro aspecto relacionado con el uso de los anticonceptivos hormonales es que propicia la falta de implicación de los hombres en el control de la fecundidad. “Podría decirse que la píldora significó la revolución sexual de los hombres y la panacea económica de los laboratorios farmacéuticos”, tal y como expresó Leonor Taboada en el Cuaderno Feminista de introducción al Self Help del año 1978. De esta manera se perpetúa el rol de género atribuido a las mujeres, las cuales supuestamente, tienen que ser las únicas responsables de las relaciones sexuales seguras.
Los hombres han sido excluidos de muchos programas de planificación familiar bien sea deliberadamente o por omisión. Tal es así que, de todos los métodos anticonceptivos posibles, sólo hay dos masculinos y actualmente ninguno está cubierto por la sanidad pública: los preservativos masculinos y la vasectomía. Sobre el primer método, la institución médica sólo lo recomienda en relaciones “no estables” o en usuarias jóvenes, criterio que contiene una carga simbólica dentro de la normalidad patriarcal. “Esto supone que los preservativos estén asociados a una sexualidad ‘no normativa’ y preferiblemente sustituible, a no ser que haya situaciones especiales que constituyan atenuantes”, afirman dos autoras de la organización Creación Positiva.
Por otro lado, son muy pocos los ensayos e investigaciones clínicas para encontrar un método de anticoncepción química para hombres, puesto que la tecnología médica siempre se ha centrado en el cuerpo de la mujer para experimentar sobre el control de la fertilidad. Es más, tal y como apunta Beatriz Preciado el estudio de las hormonas masculinas siempre ha estado dirigido a virilizar y sexualizar a los hombres, mientras que las hormonas femeninas buscan controlar la sexualidad y la capacidad de reproducción de la mujeres. Margarita López, documentalista de salud de la Red-CAPS, alerta de que “fenómenos vitales como la menopausia, la menstruación, el embarazo, el parto o la propia vejez dejan de contemplarse como procesos naturales, para ser vistos como problemas médicos”. Muchas autoras inciden en la idea de que es posible tener una buena sexualidad sin pasar por la medicalización, casi perpetua, de la vida de las mujeres.
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